Tanto los fundadores de Dédalo como yo, cuando decidimos echar a andar la asociación, lo hicimos con el deseo no solo de formar una comunidad de aficionados, sino también de luchar por que los librojuegos fueran considerados obras de calidad, fomentando el acabado profesional de todos los elementos de los que consta: una redacción correcta, un árbol de decisiones bien construido, un sistema de juego sustentado con el correspondiente estudio matemático, y, en general, todos los aspectos más o menos medibles y constatables, de manera que se consiga un producto redondo.
Sin embargo, hay algo intangible asociado a toda obra narrativa, algo que no se puede medir y en lo que no existe forma alguna de intervenir para intentar mejorarlo: la literatura, el arte que transpiran sus características formales y estéticas. Y es que en muchos casos se puede admirar una obra por su perfecta ejecución técnica, pero hacerlo por su valor artístico es más inusual. Y eso es lo que me ha ocurrido con la obra que nos ocupa.
Antes de nada, me gustaría hablar de su autor, Juan Miguel Lorite. Se trata de un gran impulsor e investigador del medio interactivo, centrándose en obras hipetextuales y transmedia dentro del ámbito editorial. Para saber algo más sobre sus intereses podéis consultar #TextoRed y Where is Shakespeare. Además, nos complace que asistiera al meet up que celebramos en Madrid en septiembre del 2015, y que haya pasado a convertirse en uno de nuestros socios.
Nos cuenta Juanmi que, tras asistir a la charla que Santiago Eximeno dio en el meet up acerca de Twine, quedó muy interesado en esta plataforma, de la que además ya hemos hablado aquí en otras ocasiones, y decidió desarrollar una ficción interactiva con ella. El resultado es La Casa de la Esfera, una historia cuya estructura, como el mismo autor comenta en su introducción, recuerda a los Elige tu propia aventura, pero que en realidad va mucho más allá.
Lo más genial suele originarse a partir de lo más sencillo, y esto me lo confirma Lorite con esta obra, pues el argumento no podría ser más simple: estás investigando el caso de un balón que ascendió sin que volviera a descender tras ser despejado por un futbolista. Y ya está; ni siquiera sabes por qué lo estás investigando, pero es algo innecesario, e incluso resultaría superfluo. Puesto que se trata de una investigación, era de esperar encontrarse con un árbol de secciones laberíntico a lo largo del cual la información se distribuye, a juicio del lector, de forma caótica; al menos al principio, pero conforme se vaya familiarizando con este microuniverso en forma de dédalo, se dará cuenta de que nada se deja al azar ni es tan arbitrario como parece (¡ni siquiera las imágenes, encerradas en un marco redondo!). En cualquier caso, el autor se apiada de nosotros y antes de comenzar ya nos promete darnos la solución a cambio de proporcionarle cierta información que iremos descubriendo en nuestro periplo.
Una cosa a destacar es que toda la historia se desarrolla exclusivamente a base de diálogos, con la inclusión de algún que otro soliloquio. Hay, por tanto, una gran cantidad de personajes, y se incluye una imagen de cada uno de ellos. Esto es una de las cosas que hacen esta obra tan especial: decenas de personajes que giran en torno a un hecho tan surrealista como el desafío de un balón de fútbol a las leyes gravitacionales, todos conectados a través de él; algunos, solo por casualidad; otros, profundamente afectados e involucrados en el tema. Sorprende ver ese pequeño universo que se ha formado como consecuencia de un hecho insólito, perfectamente modelado por el autor, que nos obliga a sumergirnos en serio en él si queremos averiguar la verdad, por muy chistoso y ridículo que pueda parecer el hecho en sí.
Cada sección, en la que interviene brevemente alguno de los personajes, consta de uno o dos enlaces. Pero ni siquiera esto es arbitrario, y solo sabremos el sorprendente porqué de esta estructura cuando descubramos el secreto. Hasta tal punto está todo bien calculado que, cuando uno se da cuenta, no puede evitar reconocer el gran trabajo que esto conlleva, y solo por eso lo que inicialmente parecía trivial y fútil comienza a cobrar gran solemnidad. Es por esto, sobre todo, por lo que personalmente considero que esta obra juega con la propia literatura de una manera deliciosa, y por lo que la tengo en tan alta estima: su genialidad no se limita a la propia historia que cuenta, ni al modo modo de contarla a través de sus personajes, ni a la original estructura que utiliza, sino que trasciende todo eso: es arte.
Podría decir mucho más sobre La Casa de la Esfera, pero para ello tendría que destripárosla, así que solo me resta recomendaros su lectura y darle la enhorabuena al autor por haber creado algo tan especial que, desde hoy, se convierte en uno de mis referentes en ficción interactiva.
He leído “La Casa de la Esfera” y he llegado a dos conclusiones. La primera, que es una obra compleja, original y arriesgada que no gustará a cualquiera, especialmente a los neófitos en ficción interactiva. La segunda, que es un trabajo inteligente donde, como bien dice el Archi, la forma es tan importante (o más) que el fondo. Y no me refiero solo a la forma literaria sino también a la matemática, pues si bien tiene una mecánica ETPA para el lector, el autor navega con solvencia entre algoritmos. Sí, es arte.
Su punto fuerte es también su debilidad: como ya he indicado, no es este un producto para todos los públicos. Pero es que ciertos librojuegos tampoco son para todos los lectores, y eso no les quita su valor. Más bien al contrario.
“La Casa de la Esfera” es metaficción interactiva. O quizá ficción metainteractiva. ¿La versión friki de “El espejo en el espejo” de Michael Ende? ¿Un primo lejano lúdico-literario de la trilogía “Cube”?
Un experimento, en definitiva. Pero uno muy bueno.
Genial ejemplo de cómo sacarle partido a Twine. Me tiene enganchado.
Efectivamente, esto es arte, es algo más allá, y diría que sólo para los muy conocedores técnicos de la FI, árboles de decisión, etc.
Me ha gustado, no el resultado final (me he perdido un buen rato), pero sí la intención que creo que ha tenido (tras haber verificado la solución).