Como sabéis, vivo muy intensamente la actualidad de los librojuegos como autor y aficionado (o como aficionado y autor, que el orden de los factores no altera la emoción) y estoy encantado del movimiento que están experimentando últimamente. Pero eso no es óbice para que en mi memoria, y también en mi corazón, permanezcan grabados momentos irrepetibles a la luz del flexo, a falta de luna, leyendo y jugando con algunos clásicos del género. Es el caso de los cuatro libros, o libritos, de Planea tu Fuga de Tenopia.
Nunca he sido un coleccionista: en mi adolescencia siempre estuve más centrado en consumir ávida e indiscriminadamente todo librojuego que pillara, ya fuera asediando a amigos, arrasando bibliotecas o engañando a mis padres para que me compraran alguno, que en completar colecciones por buenas que fueran. Sin embargo, cuando observo con nostalgia mi mágico rincón de ficción interactiva, me sorprendo a mí mismo comprobando que una de las pocas que quise tener íntegra y de mi propiedad fue la correspondiente a esos cuatro libros escuálidos, cuyo verde oscuro palidece ante la magnificencia de Lobo Solitario. Sí, amigos: ni siquiera poseo la saga completa de Brujos y Guerreros, epítome en tiempos pretéritos y aun presentes del género. ¿Motivo de vergüenza? No. ¿De orgullo? Pues tampoco especialmente.
Si todavía no lo habéis adivinado, este artículo no va a ser una reseña al uso; de hecho, puede que ni siquiera sea una de ellas. Estas líneas os van a hablar de recuerdos personales, de ilusión juvenil, del encanto que son capaces de albergar algunas obras menores para un chico de catorce años. Los episodios de Planea tu Fuga fueron, para mí, coetáneos en cuanto a lectura de sus primos aventajados de Lucha Ficción, La Búsqueda del Grial y compañía, y no obstante nunca quise comparar, lo que quizá me hubiese llevado a menospreciarlos. Porque para mí tenían algo que los separaba de los ETPA, fundamentalmente los mapas. Pero si os parece, de eso hablaré luego.
Recuerdo ir a comprar librojuegos a la tienda de la esquina (sí, en esos tiempos no era una utopía). Con frecuencia no iba solo, sino con mi amigo Juanma; eran tiempos de imaginación desbordante, de ganas de vivir aventuras. Y me acuerdo, en concreto, de aquel día en el que ambos descubrimos sendas colecciones de libros, de lomo granate y verde oscuro respectivamente, que se alzaban desafiantes sobre la estantería-hogar de los Elige tu propia aventura, D&D negros y demás ralea. ¿Qué era aquello? Nos pusimos a hojearlos y pronto entendimos la idea: se trataba de escapar de lugares, de territorios, de edificios donde habías quedado atrapado. Unos, los granates, eran más en plan medieval y te introducían en el despiadado reino de Frome y su no menos pérfido monarca Karg, mientras que los verdes tenían una temática (aparentemente al menos) futurista y te trasladaban al planeta Tenopia. A los dos nos encantaba la fantasía épica, pero como a él no le tiraba la ciencia ficción y a mí ya me hacía tilín el buen doctor Asimov, opté por dejarle que se comprara los primeros y yo me decanté por los segundos; vamos, que mientras el trataría de huir de Frome yo haría lo propio con Tenopia.
Planea tu Fuga de Tenopia consta de cuatro libros: La Isla de Tenopia, El Mar de Saleria, Terror en Kabran y Universo de Estrellas. El destino quiso que el día de nuestro hallazgo no estuviera el número 1, así que invertí mis exiguos ahorros de adolescente de clase media en el segundo, El Mar de Saleria. Lo primero que me llamó la atención fueron los mapas, que el personaje podía visionar mediante un artefacto (años después se me antojaría una especie de PDA) que en aquella época (mediados de los 80) era tecnología punta. Siempre me ha gustado la geografía, tanto la real como la de Tolkien y sucedáneos, así que ese libro me ganó desde el principio. Y otra cosa que me atrapó fue el hecho de que te movías en un mundo submarino en el cual tenías libertad de movimientos pero donde, en un adorable contrasentido, te hallabas encerrado sin salida. No te mataban, no había dados que tirar... simplemente estabas perdido, y no quedaba otra que encontrar la vía de escape o terminar navegando entre las páginas sin llegar a ningún sitio. Era un libro de final único, el primero que leía, y ahí percibí un reto que luego me conduciría a ejemplares más avanzados.
Tras vérmelas con el Mar de Saleria, y conseguir escapar por fin del maldito laberinto, tuve ya claro que me haría con el resto de la colección. Y en esta ocasión fui buen chico e hice las cosas como Packard manda, es decir, en orden. Encargué el número 1 y poco después tuve La Isla de Tenopia en mis manos. Con él asistí al principio de la historia que hasta ahora solo conocía de forma retrospectiva: viajaba yo en misión diplomática desde la Tierra rumbo Galaxias Mylaean, cuando un meteoro golpea salvajemente mi nave y me obliga a evacuarla en una cápsula de escape. Mi ordenador me dice que solo queda combustible para llegar a Tenopia… así que para allá vamos. Nada más aterrizar, y en un paralelismo asombroso (nótese la ironía) con El Castillo de Frome, me toman prisionero unas criaturas crueles llamadas crogocidas y me llevan a picar (literalmente) a sus minas de krelium. Naturalmente, termino escapándome. Solo faltaría.
Como ya os avisaba más arriba, no deseo hacer una reseña. Os podría contar mis aventuras con los simpáticos pelefines de Saleria, mis peripecias por Kabran, principal continente y refugio de los taimados piratas espaciales Maglan, y mi escapada gloriosa de Tenopia, solo para vagar en soledad por el espacio entre planetas varios (Klanton y sus hielos, el acuoso Mazar o Alkonian y sus tormentas de arena) hasta dar con una aeronave galáctica de emergencia (¿?) y culminar mi misión de fuga. Pero no: prefiero citar simplemente esos instantes entrañables intentando resolver algunos acertijos, recorriendo nuevas rutas, descubriendo localizaciones inexploradas y, por supuesto, el subidón juvenil cuando lograba llegar al final y terminar el librojuego con éxito. Me quedo con el efecto sorprendente que tenía sobre mi imaginación, con cómo me hacía viajar y explorar sin moverme del asiento. Luego descubrí cosas mejores, sí, pero las mismas sensaciones nunca se repiten.
¿Os recomiendo leer Planea tu Fuga de Tenopia? Sí y no. No, si vais a comparar esta tetralogía con casi con cualquier cosa que se hace ahora y sobre todo con los librojuegos provistos de sistema. No, si tenéis la vana esperanza de que haya envejecido bien o que vuestra óptica actual no difiera mucho de cuando erais adolescentes. Pero rotundamente sí si, como yo, sabéis apreciar librojuegos sencillos pero bien hechos que supusieron un paso adelante en el género, incorporando mapas y retos, y que escondían alguna que otra sorpresa. Sí, si sois capaces de encarnar durante el tiempo que dure vuestra lectura a ese joven ilusionado que dejaba fluir su mente sin cortapisas. Entonces lo disfrutaréis. Yo lo he hecho. Y no poco.
Tengo ambas, pero yo era más de Frome (y de hecho recuerdo ésta muchísimo mejor que Tenopia, que creo que no he llegado a jugar entera).
Como a ti con Tenopia, los libros de Frome ejercieron una especie de fascinación sobre mi imaginación de púber. Y eso que, también como en tu caso, no los comencé desde el principio. El primero que jugué fue el nº 3: Las Cavernas de Mornas. Luego vendrían el resto, también en orden. Creo que recuerdo hasta cómo conseguí cada uno de los libros que componen la colección (regalo de cumpleaños de unos amigos de mis padres, en la estación de tren de Alicante, los otros ya comprados con mi exigua paga en el Galerías Preciados xD). ¡Me encantaban los mapas; creo que hasta los dibujé y añadí detalles por mi cuenta! También las ilustraciones, aunque no fueran nada del otro mundo. Desde luego estaban un escalón por encima de los ETPA.
Supongo que no habrán envejecido bien, pero la verdad que tengo cariño a esta serie del gran Packard (aunque este, si mal no recuerdo, sólo escribió la primera parte de ambas colecciones; el resto los hizo Brightfield).
Correcto, Jolan: Packard inició ambas colecciones y las completó Richard Brightfield en sus 3/4 partes.
Hoy en día me resulta mucho más fácil de completar este tipo de librojuegos, cuando hace media vida me frustraba dar tantas vueltas y no pensaba en absoluto los acertijos… ¡Qué recuerdos!