En 1984, Ediciones Altea publicaba en España El Hechicero de la Montaña de Fuego, el primer libro escrito por los británicos Steve Jackson e Ian Livingstone, título que ya había sido publicado dos años antes por Puffin Books como The Warlock of Firetop Mountain. Ilustrado por Russ Nicholson, se trataba del primer librojuego que dio origen a toda una generación de libros interactivos, en los cuales se utilizaba un sistema de dados para introducir algo de aleatoriedad.
La idea de sus creadores era llevar la emoción de las partidas de rol a un entorno más manejable y para un único jugador. Algo de esto ya existía en las aventuras en solitario que venían con algunos manuales (por ejemplo, la búsqueda del hechicero Bargle el Infame en la primera edición de Dungeons & Dragons, la de la famosa «caja roja»), en las cuales se le ofrecían al jugador unas reglas simplificadas para la ocasión. En cualquier caso, había que tener el manual del juego para jugarlas y no solían ser sistemas de juego sencillos, razón por la cual Livingstone y Jackson decidieron simplificar las cosas al máximo mediante un sistema con dos dados de seis caras y tres características: Skill, Stamina y Luck (traducidas originalmente como Destreza, Resistencia y Suerte)
El éxito del libro fue tal, que terminó publicado en 28 idiomas y se vendieron cerca de diecisiete millones de copias. Hay que decir que el tipo de aventuras que esperaban al ávido lector entre los corredores de la Montaña de Fuego eran las que se estilaban en la época: laberintos sin sentido, poblados aleatoriamente (a veces absurdamente) y en las cuales los encuentros terminaban resolviéndose a porrazo limpio, salvo honrosas y raras excepciones. El caso es que dicho sistema gustó mucho a los jóvenes lectores de la época y les proporcionó una portabilidad lúdica que no habían conocido desde los sacos de canicas, pues bastaba con un libro, un par de dados y un lapicero para disfrutar de aventuras casi ilimitadas. Sin embargo, esas ventajas iban a ser revertidas rápidamente, para hacer frente a nuevas hordas de ansiosos consumidores: los amantes de los videojuegos y los juegos de tablero.
La aventura en el interior de la montaña terminó aterrizó en el mundo del videojuego en 1984 de la mano de Crystal Computing, en forma de arcade para Spectrum ZX. Los gráficos y el sonido no eran ninguna maravilla, pero las semillas de muchas cosas que vendrían después, como los juegos de rol para ordenadores y consolas, ya habían sido depositadas.
Resulta irónico que The Warlock of Firetop Mountain también acabara convertido en un juego de tablero, siendo este el origen primigenio de los juegos de rol pero, en 1986, el mismo Steve Jackson, decidió sacar al mercado su propia versión en tablero, devolviendo el contenido del librojuego a su formato original (juego de mesa) y ampliándolo con nuevas salas y miniaturas.
Después de esto, se han sucedido diversas reimpresiones incluido un tímido intento en el año 2002 en España por parte de Timun Mas, pero las cosas no han ido mucho más lejos. El Hechicero, cansado y superado por los nuevos tiempos, parecía haberse replegado a su montaña para siempre.
Sin embargo, este mismo año las comunidades de aficionados han sido sorprendidas con la noticia de que Tin Man Games ha decidido lanzar un proyecto en kickstarter para una nueva versión electrónica del libro, esta vez para dispositivos móviles. El ambicioso proyecto de los chicos del hombre de hojalata cuenta con imágenes espectaculares, fantásticas animaciones y mapas que se desarrollan a medida que el héroe avanza, en los cuales podrá enfrentarse a las figuras y miniaturas de los viejos conocidos de la Montaña de Fuego, así como de otros enemigos que nunca antes habían aparecido.
A la vista de las imágenes, se podría debatir largo y tendido acerca de si esto es realmente un librojuego o un videojuego, pero de lo que no cabe duda es de que el clásico del tándem Jackson/Livingston sigue hoy tan vivo como hace treinta años y que, una vez más, regresará a la portabilidad, gracias a los dispositivos móviles, en el lugar donde fue el rey: el patio del colegio.