Ayer me ocurrió una anécdota muy curiosa. Tras llamar a Fernando Lafuente por teléfono y contársela, me dijo “Jaco: eso merece que escribas unas líneas en la web”.
Paso pues, a relatarla.
De todos es bien sabido que sólo vive de la escritura uno de cada millón de escritores. Para los que no estéis en este mundo, os diré que un escritor suele cobrar entre un 8%-10% del precio de venta de cada libro. Esto sale (aproximadamente) a un euro por ejemplar vendido (importe bruto, hay que descontar impuestos). Por si fuese poco, las editoriales hacen un solo pago al año y el autor nunca tiene forma de saber cuántos ejemplares ha vendido realmente, cosa que podría ser aprovechada por muchas editoriales poco éticas.
Hay que tener un cierto prestigio para cobrar los libros por adelantado o negociar más de ese 8%, cosa muy complicada de conseguir.
Bien. En esa realidad, los que escribimos no lo hacemos para vivir de esto, obviamente.
El caso es que el año pasado estaba yo en la Feria del Libro de A Coruña presentando “En la Feria Tenebrosa”, libro del cual fui coautor y mi primer librojuego. En un momento dado apareció una amiga mía con su hijo Martín, de diez años y al verme, se acercaron a saludarme. Charlamos de esto y de aquello y, como era obvio, mi amiga aprovechó para preguntar qué libro había escrito. Se lo expliqué y noté cómo a Martín se le iluminaban los ojos. Finalmente, lo adquirieron con un suave temor por mi parte, pues el libro estaba concebido para chicos de 12 o más años. Pero bueno, dado que Martín era inteligente y muy lector y su madre prometió ayudarle si se atascaba, accedí a ello.
El caso es que este año mi vida fue muy complicada y la verdad es que se me olvidó tal encuentro. Seguí con mis quehaceres.
Este viernes comenzó la Feria del Libro de A Coruña correspondiente a este año. El caso es que recibo una llamada del padre de Martín y al coger el teléfono, pensando que era él, oigo la voz del chico: “Jacobo. ¿Tienes otro libro este año?”. Me quedé un poco fuera de juego y le contesté que estaba viviendo en otra ciudad pero que iría de vacaciones en breve, y que le llevaría “Infección” dedicado. “De acuerdo” fue su respuesta. A continuación me pasó la llamada a su padre, que me contó que Martín llevaba todo el paseo buscándome en las casetas. Pero eso no es todo. Su padre añadió: “Jacobo. Martín, creeme, lee muchísimo. Me ha dicho varias veces que tu librojuego era el mejor libro que había leído en su vida. Lleva un año esperando volver a leer otro. Eso es lo mejor que le pueden decir a un escritor, ¿verdad?”.
¿Por qué Fernando Lafuente y yo escribimos librojuegos?
Este artículo lo contesta.
En efecto, Jaco, por eso escribimos. Y lo seguiremos haciendo mientras podamos llevarnos estas alegrías de vez en cuando.
El saber que tu obra gusta vale más que todo lo que te puedan pagar.
Seguid así.